Consultadas por LA CAPITAL, seis mujeres de diversos ámbitos dan su mirada sobre la situación actual y los desafíos de la mujer, en el marco del Paro y Día Internacional de la Mujer.
Consultadas por LA CAPITAL, cinco mujeres de diversos ámbitos dan su mirada sobre la situación actual y los desafíos de la mujer, en el marco del Paro y Día Internacional de la Mujer. Sus visiones muestran numerosas coincidencias: aparece la real existencia del “techo de cristal”, la discriminación, la desigualdad a la hora de competir o progresar laboralmente, la necesidad de contemplar la diversidad del movimiento feminista, la construcción de nuevas masculinidades y la urgencia de medidas que contribuyan a erradicar la violencia de género. Cada una contestó las siguientes preguntas:
1-¿Qué lectura hace de la situación de las mujeres en su ámbito laboral?
2- ¿Qué opinión tiene del momento actual del movimiento por la reivindicación de los derechos de las mujeres?
3- ¿Cuáles son a su criterio los temas /problemas/ desafíos más importantes que tiene el colectivo de acá en adelante?
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“Es un momento importante, quizás bisagra, pero la lucha empezó mucho antes”
Inés Pérez, licenciada en Historia, Doctora en Ciencias Sociales y Humanas investigadora adjunta del CONICET, integrante del Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
1- Trabajo en el Conicet y en la UNMdP. Las dos instituciones respetan distintos derechos de las trabajadoras, como la licencia por maternidad (que en la universidad es más extensa), tienen protocolos para actuar en casos de violencia de género y en ambas las mujeres representamos una alta proporción de trabajadoras y trabajadores. La universidad, además, tiene un programa para la inclusión laboral de personas trans.
Sin embargo, las desigualdades de género persisten. La universidad, por ejemplo, tiene un jardín maternal para hijas e hijos de trabajadores y trabajadoras, pero el cupo es insuficiente y no contempla a estudiantes. Por otro lado, aunque somos mayoría los puestos más bajos, esa proporción decrece en los cargos más altos.
Los recortes presupuestarios para la ciencia y la educación tienen un impacto en términos de género. En el Conicet, el recorte en la cantidad de ingresos a la carrera de investigador/a del CONICET supone una mayor presión por producir una cantidad de papers antes del ingreso. Sin un reparto igualitario del trabajo doméstico y de cuidados, y sin (o con una limitada) oferta de espacios públicos de cuidado, los y las científicas no están en las mismas condiciones para responder a esa demanda. Lo mismo pasa al momento de pedir una promoción o, en el caso de que se aplique el “premio” a la productividad que ahora se está discutiendo.
No es solo un problema de cuántas mujeres entren al sistema. El recorte vino acompañado de un impulso a la investigación aplicada, en particular aquella vinculada al mercado. Eso implica que las investigaciones que ponen el foco en las desigualdades sociales, entre ellas las de género, pierdan relevancia a la hora de la asignación de los recursos.
En relación al sistema educativo, el recorte y ahora el cierre de distintos centros educativos y sedes en las que se desarrollan programas como el Plan FinEs, no solo implica menos puestos de trabajo en un sector en el que las mujeres somos mayoría, sino la limitación de las posibilidades de educarse para muchas/os y eso también tiene un impacto en términos de género.
2- En el último tiempo el movimiento de mujeres ganó una enorme visibilidad y fuerza. Hay muchas mujeres en la calle, y sobre todo muchas jóvenes, reclamando por sus derechos, empoderadas. Y también muchos varones comprometidos con la igualdad de género. Hay consignas feministas en la boca de miles, y un cambio en la legitimidad de dichos o frases que antes estaban naturalizadas y hoy ya no se aceptan. Eso en sí mismo es una conquista.
El hecho de que se haya logrado que se debata una ley de interrupción voluntaria del embarazo en el Congreso es un dato para nada menor. El movimiento de mujeres es muy diverso, y hay debates que posiblemente nunca se cierren, pero a pesar de eso ha logrado encontrar espacios y consignas comunes y articulaciones transversales que permitieron llegar a este punto. Ahora bien, incluso más allá de que el proyecto de ley llegue a ser sancionado, el hecho de que se discuta en el Congreso instala el debate en la agenda pública, pone sobre la mesa el problema de las miles de mujeres que mueren por abortos clandestinos, pero también acerca información a otras mujeres, por ejemplo sobre las formas de practicar abortos seguros y las organizaciones que brindan apoyo en una instancia así.
Creo que es un momento importante, quizá bisagra, pero no se inició ahora. La historia del movimiento de mujeres y del feminismo es una de largas luchas. En tiempos más recientes, la discusión de las leyes de matrimonio igualitario, y después de la Ley de Identidad de Género, el impacto del Ni una menos, la incorporación de la figura del femicidio al Código Penal, son elementos de un cambio en la sensibilidad social en torno de las desigualdades de género, de la violencia, del reconocimiento de la diversidad. Como diría Norberto Álvarez en palabras que una amiga recordaba hace unos días: “son los vientos de la historia”.
3- En un contexto de destrucción de miles de puestos de trabajo, de achicamiento del Estado y vulneración de derechos, las mujeres pobres, las originarias, las trans, las adultas mayores, las niñas, están en una posición de intensa vulnerabilidad. Acompañar a esas mujeres y buscar herramientas para fortalecerlas es uno de los desafíos de un momento como el actual, por la magnitud porque entre otras cosas implica poner en primer plano que las mujeres tenemos distintas necesidades, demandas, deseos, y que ninguna tiene potestad para hablar por otras.
Posiblemente otros desafíos surjan de la fuerza que ha ganado el movimiento en el último tiempo. Por un lado, por la reacción que genera en los sectores conservadores y entre quienes sienten que sus privilegios están en peligro. Pero también por la posible apropiación de conceptos y consignas por grupos o figuras que buscan limitar derechos o naturalizar desigualdades. Hasta ahora la palabra “feminista” era resistida por muchas y muchos. Ahora que el feminismo tiene mejor prensa, esto está cambiando. En lugares como Estados Unidos o Francia, las figuras de derecha que se identificaban como feministas eran ya parte del escenario político, pero esto no era así en América Latina. Ahora el contexto es distinto. Por supuesto el movimiento de mujeres y el feminismo son espacios plurales y nadie tiene autoridad para excluir a otrxs. En todo caso, habrá que dar una disputa política en torno de qué significa ser feminista.
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Lo personal es político
Melina Antoniucci (socióloga, comunicadora, se define trabajadora). integrante del Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
1- En términos de las trabajadoras universitarias, la desigualdad es bastante grande. Si bien es cierto que la matrícula de mujeres que entra y se gradúa en la universidad es mayor a la de hombres, cuando empezamos a revisar la cantidad de mujeres que estamos en puestos de poder, esa tasa disminuye considerablemente. La representación es muy despareja. De hecho, la UNMDP jamás tuvo una rectora mujer y en la argentina son pocos los casos.
Se ve feminización de las matrículas por carreras. Siempre las carreras ligadas a las tareas de cuidado y la enseñanza están feminizadas. Hay pocas mujeres que eligen ser ingenieras, químicas, o de las ciencias duras, en relación con la cantidad de hombres. Por otro lado, como el trabajo de cuidado y el doméstico sigue estando en manos de las mujeres, esa desigualdad se cristaliza en las trayectorias laborales de las mujeres, sobre todo en trabajos que tienen que ver con la investigación y la docencia. En algún momento nos tomamos un tiempo para dedicarnos a esas tareas y eso representa una desigualdad muy grande en relación a cómo avanzan los varones en ese tiempo.
El Estado, al no reconocer esa desigualdad, la termina agudizando.
2- Es un momento crucial, clave en la lucha feminista. A partir de la organización pudimos lograr que nuestras disputas, consignas y discusiones se puedan trasladar a personas (mujeres, hombres, identidaddes feminizadas, maricas, lesbianas, etc) y que trasciendan la endogamia feminista, por decirlo de alguna manera. Ya no hablamos entre nosotras, eso es clave para pensar en un movimiento que pretende ser de masas, y que es mundial. Las redes sociales fueron y son claves en esto por la inmediatez y por el protagonismo que tenemos las mujeres en esa virtualidad. Por ahí algo que no nos animamos a decir de manera presencial lo podemos decir desde las redes (por eso, las denuncias por acoso o violación toman tanta relevancia primero en las redes sociales, al menos yo lo veo así).
Los medios de comunicación también están haciendo su aporte. En Argentina, este fenómeno de discusión feminista en el programa de Intrusos, marcó algo distinto. Cuando las discusiones de la superficie aparecen en el maistring de la tele, esa discusión se visibiliza y se convierte en un acto político en sí mismo. Y más interesante aún si ese programa tiene un público cautivo al que el movimiento feminista no hubiera llegado de otra manera. Pero hay que seguir pensando en eso. Creo que vamos a poder hacer una evaluación viendo el impacto que eso va a tener en el 8M y en la convocatoria al Encuentro de Mujeres, por ejemplo.
Ser mujer no implica ser feminista. La toma de conciencia se da a partir de entender y hacer carne la idea de que lo personal es político.
La fuerza que ha tomado el movimiento feminista como actor político es clave para pensar la realidad. Eso hizo, y sigue haciendo, que la sociedad se sienta interpelada. Por otro lado, la relevancia que ha tomado el movimiento se debe a múltiples causas complejas y hay que seguir estudiándolas, pero entiendo que fue clave la identificación de muchas mujeres con situaciones de violencia y exclusión. Ese doble movimiento fue el de sentirse víctimas pero a la vez con una fuerza y una potencia arrolladora. Creo que las femeneidades pudimos hacer carne esa consigna de que lo personal es político y que el feminismo, como espacio, logró capitalizar todo eso en organización y lucha, en algo que crece día a día y que cada vez interpela a un número mayor de personas.
3- Una de las discusiones más interesantes que se está empezando a dar es la necesidad de pensar no sólo en términos de mujeres sino la posibilidad de entender que el patriarcado ejerce poder en todo aquello que no sea lo masculino hegemónico. Retomando viejas discusiones de De Beauvoir (en relación a las mujeres), pero también de Wittig (en relación a las identidades lesbianas, por ejemplo) tenemos que empezar a discutir esa visión esencialista de la categoría mujeres y poder empezar a entender que las lesbianas, las maricas, los gays, los cuerpos feminizados y todo aquello que no sea varón cis heterosexual y blanco es un cuerpo abyecto y, por ende, hay que discriminarlo, “eliminarlo”. Todo esto, en términos personales, lo pienso en función de la pretensión que creo que el feminisimo debe poner por delante: la masificación de sus luchas.
También es importante cruzar las luchas feministas con otros sistemas de opresión: la clase, la raza, por ejemplo. La interseccionalidad de las luchas permite pensar también que el “enemigo” es complejo y múltiple a la vez: el patriarcado y el capitalismo van de la mano. Asigna roles, delimita cuerpos, y construye deseos heterocentrados y falocéntricos. Todo ese discurso es el que hay que articular.
Por último, una de las discusiones que se viene dando mucho ahora es la participación de los hombres cis heterosexuales en espacios feministas. Ese es otro debate interesantísimo porque, en términos de participación y organización política, es clave darlo pero también hace aparecer en escena algo que hasta ahora no había pasado: qué pasa cuando las mujeres somos las protagonistas. Qué estructuras de poder movemos, qué pasa con las identidades opresoras, que les pasa a los varones CIS heterosexuales con esto, en qué lugar los deja. También deja en evidencia la falta de lugares que tienen los hombres para pensarse. Porque si bien no estoy de acuerdo con lo binario de las definiciones identitarias, sí entiendo que el sistema está planteado de manera binaria, y en ese recorrido identitario los varones como tales no se pensaron nunca. No cuestionaron nunca sus privilegios, no se pensaron con otros varones tampoco. No dijo que eso sea lo fundamental del feminismo ni mucho menos, pero sí creo que tenemos también que pensar estrategias en ese sentido como movimiento político.
Parafraseando a Kelley Temple, los hombres que quieren ser feministas, primero deben tomar los espacios hegemónicos que la sociedad les dio como varones y convertir a esos espacios en feministas, nosotras estamos haciendo el resto, que ya es mucho porque es historia.
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“En nuestro gremio, muchas son las mujeres jefas de familia”
Cristina Ledesma, secretaria general del Soip (Sindicato Obrero de la Industria del Pescado).
1- Desde el 2010, fecha en que estoy al frente del sindicato, se fueron consiguiendo mejoras salariales por encima de la inflación. Somos uno de los gremios más destacados por las paritarias que hemos firmado. Y las mujeres son una parte importante de la lucha: son seguras en su convicción. Aunque en nuestro gremio nadie tiene estabilidad: empezamos el año con despidos y con despidos encubiertos, que son los retiros voluntarios. Y cuando las empresas ofrecen dinero, la misma situación hace que los compañeros y las compañeras accedan pensando en conseguir una nueva fuente de trabajo, siendo que no es así. Pero es la desesperación la que lleva a ésto. Vivimos del pescado que llega a tierra, lamentablemente hace varios años, por distintos motivos, no producimos como antes. En la actualidad, el fuerte es el langostino, los barcos se van al sur, con lo cual es muy poco lo que hay para producir, por ende los salarios son pobres, somos trabajadores a destajo y en la mayoría de los casos cobramos lo que producimos. Esto significa que no podemos progresar, en algunos es casi imposible subsistir.
2- En la actualidad las mujeres participamos en igualdad de condiciones con los hombres, en cualquier discusión que se plantee. Las mujeres avanzaron, hoy trabajan políticamente, gremialmente, etc.
3- En principio enfrentamos la falta de trabajo, no poder llegar a fin de mes. En nuestro gremio, muchas son las mujeres jefas de familia, madres que tienen que dejar sus hijos a cuidado de otras personas, no teniendo los recursos para pagar esto, ya que la producción es escasa. Tienen que llevar la comida a su mesa, vestir y dar educación a sus hijos con cada vez menos producción. Son parte de los grandes desafíos que las mujeres deben llevar adelante. Estamos muy orgullosos de tener un gremio en el que sus mujeres son mujeres de lucha.
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Convertir la igualdad formal en una igualdad real
Agustina Palacios. Abogada. Doctora en Derecho. Profesora e Investigadora Adjunta del CONICET, Centro de Investigación y Docencia en Derechos Humanos “Alicia Moreau”; Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Mar del Plata.
1- Argentina es uno de los países latinoamericanos con mayor porcentaje de mujeres trabajando en el ámbito de la ciencia (aproximadamente el 52 por ciento). La lectura positiva es que se ha incrementado notablemente ese número en las últimas décadas. La negativa, que el ámbito de la ciencia en nuestro país no es de los mejores pagos.
Para llegar a este punto sin duda han sido valiosas algunas medidas adoptadas en los últimos años, que han incluido la perspectiva de género -por ejemplo prórrogas en la entrega de Informes por razón de maternidad, la extensión del requisito de edad por igual motivo-. Medidas claramente insuficientes, pero importantes si se tiene en cuenta que las reglamentaciones no contenían en absoluto esta mirada.
Por otro lado, si analizamos las cifras oficiales del CONICET, se observa al igual que en muchas otras profesiones, el famoso “techo de cristal”.
2- Entiendo que en nuestro país es un momento clave por la visibilización de algunas temáticas. Para ello es importante contextualizar las reivindicaciones actuales. En nuestro país por ejemplo hoy las mujeres podemos votar, pero ¿cuánto costó llegar al reconocimiento de este derecho fundamental de ciudadanía? Hoy las mujeres podemos ejercer nuestra capacidad jurídica ¿pero cuánto costó llegar al reconocimiento de este derecho en igualdad de condiciones que los hombres? Hoy las mujeres podemos manejar nuestro dinero. ¿pero cuánto costó llegar al reconocimiento de este derecho al menos en un aspecto formal? Hoy las mujeres podemos acceder al derecho a la educación ¿pero cuánto costó que se nos reconociera capaces para estudiar y ejercer ciertas profesiones? Podríamos seguir enumerando, pero solo son ejemplos de un gran número de derechos que nos eran negados, por considerarnos “no aptas” para ejercerlos.
Y en su momento, las reivindicaciones generaron críticas, ridiculizaciones y negaciones rotundas, que hoy en día parecen haber sido superadas (al menos desde lo formal…).
Y uno de los problemas es que no existe verdadera conciencia social respecto de la lucha que se ha tenido que dar para que hoy las mujeres podamos ejercer ciertos derechos. Y ello asimismo nos conduce a la falta de conciencia actual sobre la necesidad de seguir avanzando en la conquista de otros derechos que aún siguen siendo vulnerados.
Creo, que en este sentido el movimiento de mujeres enfrenta el gran desafío de convertir la igualdad formal en una igualdad real, de deconstruir conceptos claves, como la igualdad, la discriminación, el feminismo (plural y diverso), la violencia de género (en todos sus tipos y ámbitos donde se ejerce y perpetra), entre otros.
Y justamente la visibilidad permite considerar ciertas temáticas no como “cuestiones de mujeres”, sino como “cuestiones de derechos humanos”. La fundamentación, el concepto y el propio lenguaje de los derechos humanos, la concepción de las personas como libres, autónomas moralmente, e iguales en derechos, tiene una dimensión
emancipadora de la que el feminismo no debería prescindir. Ello siendo conscientes de que para llevar a cabo esa tarea emancipadora de las mujeres es imprescindible tomar en cuenta la diversidad de género a la hora de deconstruir la misma noción de dignidad humana, de agente racional, redefiniendo asimismo las esferas de lo público y de lo privado.
3- Son varios los desafíos… Creo que uno esencial se relaciona con poder hablar realmente de un movimiento de mujeres plural y diverso. Mujeres diversas, en sus creencias, en sus experiencias, en sus edades, en sus capacidades funcionales, en sus religiones, en sus etnias, en su salud, en su color de piel, en su orientación sexual, en su propia percepción de género, en su ideología, en su situación socioeconómica, en su situación de migrante, en su aspecto físico… Situaciones y condiciones que requieren de una mirada interseccional, holísitca. Porque decir que la discriminación afecta a las mujeres, no significa que todas las mujeres sufran la misma opresión. Un desafío entonces, es que el propio movimiento de mujeres no reproduzca la discriminación que se ejerce a mujeres “diversas”, a mujeres que no cumplen con ciertos estándares impuestos socialmente, a mujeres que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.
Otro desafío que me parece urgente de afrontar tiene que ver con el rol del hombre en el contexto de este movimiento de mujeres. No parece posible redefinir el papel de la mujer sin redefinir el papel de hombre. Hoy en día hay grupos de hombres que hablan de “nuevas masculinidades”. Hombres que quieren trascender la matriz patriarcal y machista. Para ello creo esencial trabajar en desterrar la idea de que el feminismo es una guerra entre hombres y mujeres. Se ha dicho que el feminismo es un “proyecto civilizatorio” que debe involucrar necesariamente a todas las personas, unidas por el objetivo común de alcanzar la igualdad de condiciones y oportunidades entre mujeres y hombres. Y en este proyecto es esencial implicar a toda la sociedad. Para que las mujeres podamos elegir libremente nuestro modo de vida, pero también que los hombres puedan asumir una nueva masculinidad sin ser juzgados o estigmatizados por la sociedad.
Y uno de los desafíos más urgentes entiendo que es acabar con la violencia contra la mujer (en todas sus formas y ámbitos en que se ejerce). Y pienso que la herramienta principal contra el machismo y la violencia es la educación. Y ésta es la gran asignatura pendiente. Una educación en valores desde las primeras etapas de la vida y que involucre fuertemente a los medios de comunicación.
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Una sociedad más justa
Marisa Sánchez, secretaria de la Liga de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios, regional Mar del Plata.
1- Conocemos el problema de la desigualdad entre ambos sexos en relación a las condiciones laborales; se viene dando desde epocas remotas; una posible manera de intervenir podría ser generando espacios de reflexión; que muchas veces por falta de motivación no se dan. En distintos ámbitos de trabajo se sigue dando que la mujer gana menos que el hombre, ante igual tarea. Aún habiendo ganado espacios de poder, que a las mujeres nos cuesta mucho mas poder acceder a esos lugares.
2- La reivindicación de los derechos, creo que sería muy valádo pensarlo desde un cambio de paradigma. Si bien es necesario replantearse los derechos de las mujeres, esto no sería posible por fuera de un contexto de una sociedad mas justa.
3- En una sociedad mas justa, donde los valores como la honestidad y la solidadridad sean moneda corriente, estos cambios de paradigma serán posibles. El gran desafio hoy es llegar a poner nuevamente en el pensamiento de la sociedad estos valores.
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Costureras, subregistradas e invisibilizadas
Mónica Basterrechea. Referente del Sindicato de trabajadoras a domicilio textil y afines.
1- La industria de confección de ropa históricamente ha empleado en su mayoría mano de obra femenina, ya sea en las fabricas o trabajo a domicilio -modalidad de tercerización-. La mayor parte del trabajo se nuclea en el trabajo a domicilio. Por esa razón, se encuentra subregistrada estadísticamente e invisibilizada socialmente.
La ropa que usamos todos los días es realizada por cientos de miles de costureras a lo largo y ancho del país que carecemos de los derechos laborales elementales: salario mínimo, vital y móvil, obra social, aportes jubilatorios, indemnización por despido, ART, licencias pagas, entre otros. El pago a destajo, por prenda producida, es la vía que encuentran para explotarnos aún más, porque la necesidad nos empuja a trabajar las horas que sean necesarias para llevar una vida al borde de la supervivencia. Aunque eso implique poner a trabajar a nuestros hijos, madre jubilada, quien pueda dar una mano. Donde pretenden una remera por $2,50, el destajo y las tarifas miserables son un combo explosivo para nuestra vida. Llegamos a los 50 años con la vista reducida, la espalda doblada y la cabeza cansada. Y, además, sin jubilación. A las obreras a domicilio nos dan la tela sin el hilo. Lo que a cualquiera resultaría ridículo, es la norma en esta industria. Por lo tanto, el trabajo a domicilio es sumamente conveniente para ahorrar costos: no invierten en máquinas, no pagan energía eléctrica, aportes patronales ni ART, trabajamos sin horario, nos dejan sin trabajo sin consecuencia alguna y nos cuesta organizarnos sindicalmente porque estamos cada una en su casa sin mucho tiempo para pensar en todos estos problemas. A esto se suma el problema de la doble jornada, porque ya sabemos que “las mujeres deben hacerse cargo del hogar y los hijos”. Ni hablar si sos madre soltera o separada. Esta situación empeora en los talleres clandestinos, donde la intensidad del trabajo es aun mayor y no hay espacio temporal ni físico para ocuparse debidamente de los chicos, aunque seas un varón comprometido con la crianza.
Las compañeras de las fabricas no se encuentran en mejores condiciones, porque los salarios de convenio de esta industria son de los mas bajos de la economía.
El conjunto de los costureros registrados es sometido constantemente a distintas formas de fraude salarial, deudas, cuando no el cierre imprevisto de sus lugares de trabajo. La norma es exprimirnos a mas no poder. El acoso laboral también es moneda corriente. Costureras muy baratas y en pésimas condiciones de trabajo, registradas y no registradas, somos las que sostenemos esta industria, que gobierno tras gobierno es presentada como ejemplo de la industria nacional.
2- Resulta sumamente alentador la masividad y la fuerza que parece haber adquirido el movimiento de mujeres. Como sindicato, entendemos que es necesario que nuestras organizaciones tomen no solamente los reclamos gremiales propios de las mujeres (como igual salario por igual trabajo,
extensión de las licencias por maternidad y paternidad, licencias por violencia de género, jardines maternales y de infantes dentro de los lugares de trabajo, entre otros también importantes) sino que también debemos incorporar la concientización y la lucha por aspectos que exceden nuestro terreno, para formar tanto a las compañeras como a los compañeros en una cultura anti patriarcal.
Esta es una lucha que debe empezar hoy, porque la opresión de género nos coloca en desventaja de nuestros compañeros, a la vez que nos separa de ellos y así permite que nuestros patrones -y patronas- nos exploten más.
3- Entendemos que los desafíos principales que enfrenta el movimiento son dos. Por un lado, superar la dispersión que brota de la propia masividad del fenómeno -ejemplo, en el Encuentro Nacional de Mujeres, un evento de incuestionable importancia nacional e internacional, se convocan más de 50 talleres de múltiples temáticas, que no son resolutivos ni se plantean tareas o medidas a realizar-. Sería importante avanzar en un formato de organización democrática donde establezcamos estrategias comunes y acciones concretas.
A la vez, es necesario generar espacios de debate específicos para los problemas más urgentes, como los femicidios, la violencia de género, el aborto, la prostitución, entre otros. Por otro lado, es necesario empezar a desentrañar el contenido del propio colectivo.